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Queridos Tributos, en este blog se subirá información sobre Los Juegos Del Hambre, En Llamas y Sinsajo (The Hunger Games, Catching Fire and Mockingjay); también se subirá semanalmente dos capítulos de nuestra historia de Los Juegos Del Hambre, uno el lunes y otro el viernes, si en una semana no subimos ninguno, la semana siguiente subiremos cuatro capítulos, no tengáis miedo de comentar que nos hace mucha ilusión que comentéis, muchas gracias y que os guste el blog ;))

viernes, 25 de enero de 2013

Capítulo 22 (Diana)

Ruber ya ha dejado de llorar. Empiezo a notar los labios hinchados de tanto besarnos. Nuestras respiraciones son entrecortadas. Pero me obligo a apartar a Ruber antes de ir a más. No. Aquí no. Suspira. 
- A veces solo quiero estar contigo. Tú y yo. Juntos sin más.- Me dice. 
- Y yo poder olvidarme de todo. Tener un poco de intimidad. Vivir mi vida. 
- Olvidarse de todo esto.- Concluye. Yo no digo nada pero lo miro a los ojos. Es algo que los dos deseamos.- Me besa en la frente.- Yo también te quiero. 
Silencio. Nos quedamos abrazados. Las palabras sobran. 
Gritos. Yo no presto mucha atención. Oigo el nombre de Sam y me pongo a escuchar. Amanda exige saber dónde se encuentra. Ruber se sienta y la mira indiferente. Yo le explico lo ocurrido anoche. Más o menos. 
- Lo que pasó fue que le conté que yo maté a su compañera de distrito porque sino lo hacía me mataba ella. Me empezó a insultar y se fue.- Digo, encogiéndome de hombros. 
- Deberíamos ir a buscarlo.- Comenta Globber. 
- No.- Digo, tajante. Me miran con cara interrogativa. Me aclaro la voz y me explico.- Fue su decisión dejarnos. Si ese gilipollas no es capaz de soportar la verdad no creo que logre vivir mucho más. Tal vez ya esté muerto.- Me encojo de hombros. Ruber tiene una mirada reprochante.- Me limito a decir la verdad. Si él se quiso ir yo creo que deberíamos respetar esa decisión. 
- Tú… ¡lo que quieres es deshacerte de él! ¡Fijo que ya lo has matado y por eso no quieres ir a buscarlo, para que no sepamos que fuiste tú!- Amanda me mira con cara de odio. Me pongo de pie. Quiero gritarle. Pero Ruber me agarra por el hombro para indicarme que me tranquilice. Entrecierro lo ojos. Y me doy cuenta. Hago una sonrisa torcida y se lo suelto. 
- Ya, claro. Como si no me diera cuenta de lo que quieres tú. ¡A ti te mola Sam!- Me mira sorprendida y se ruboriza. Globber la mira estupefacto.- A ti lo que te pasa es que estás celosa.-Pillada.- ¡Por dios! No seas guarra y céntrate en lo que importa: seguir vivos. No merece la pena morir por un niñato. 
- Aunque le guste o no. Sam es de nuestro equipo. Deberíamos ir a buscarlo.- Interviene Ruber, contundente. Lo fulmino con la mirada. Pero de nada sirve resistirse. 
Recogemos y nos vamos en su búsqueda. 
Al cabo de cinco minutos lo encontramos. Está en una especie de pozo. 
Ruber me mira con cara alarmada. Una mina. Mi presentimiento. Al final resulta que era verdad. 
Los chicos empiezan a gritar. Yo me aparto del grupo. No quiero tener nada que ver con aquello. Apoyo mi espalda en el tronco de un árbol y me cruzo de brazos viendo cómo trabajan para sacar al idiota de ahí. Mira que el hueco es grande. Encima de tonto, ciego. 
En un punto mis pensamientos se disipan y en lo único en que me puedo fijar es en Ruber. El sudor cayéndole por la frente. Los músculos tensos. Los fibrosos brazos en movimiento. La línea de los músculos en su espalda. 

- Cuidado, hay un agujero en el suelo y da a esta mina.- Oigo. El sonido viene de la mina. 
Le tiran una liana y se ponen a tirar para sacarlo. 
- ¿Que hacías ahí abajo?, ¿y esa venda?- A Ruber se le nota excitado. Como si estuviera contento de verle. Bufo. 
- Me caí y me hice un esguince, siento haberos preocupado.- Si ya. No a todos. 
Lo abrazan. Yo me quedo donde estoy y le dirijo una mira dura. Y fría. Cargada de odio. 
Decidimos volver al campamento a cenar. Estoy agotada. Ayer apenas pude dormir y todavía me encuentro un poco mal. 
Noto las respiraciones pesadas de todos. Y decido despertar a Sam. Se acabó. Las cosas claras. 
Lo zarandeo hasta que se despierta. Cuando me ve sus ojos brillan. Aparto la mirada. Asqueroso. Le indico que me siga hacia el bosque. Lo veo cojear pero no me molesto ni en girar la cabeza. 
- ¿Eres imbécil o qué te pasa?- Le suelto. 
- ¿Disculpa?- Me mira incrédulo. Bufo. Y ahora sordo. Genial. 
- ¿Que si eres imbécil? 
- No, por qué lo dices. 
- ¿Por qué te largaste así?, ¿eres retrasado?, podrían haberte matado.- Las cosas claras y encima todavía le doy a entender que me preocupé por él. 
- Lo siento, doña arrogancia, no sabía que te preocupara.- Me dice, gallito. Le pego un tortazo. Para chula yo. He tenido que aprender a las malas que en esta vida o pisas, o te pisan. Ya he sido suficientemente pisoteada. Ahora me toca a mí pisar.- ¿Pero qué haces loca?- Y me da un puñetazo que me da de lleno en la mandíbula. No me lo esperaba. Y lo miro sorprendida un segundo antes de reaccionar. 
Le doy una patada en el estómago que hace que se doble. Me coge del pelo tira. Le sigo tirando ganchos al estómago y cuando afloja le doy una patada en la entrepierna que hace que se caiga al suelto. Me coloco en cima de él y le doy de puñetazos en la cara. Se resiste. Da la vuelta hasta que se coloca encima de mí y trata de estrangularme. Meto los dedos en su nariz y tiro. Lo tengo a mi merced. Un solo golpe. En la nuez. Y se acabó. 
Entonces Ruber nos separa. Noto algo cálido en la nariz. Lo toco y me miro la mano. Sangre. Lo miro a él. Está peor que yo. Y sonrío, victoriosa. 
- ¿Pero qué os pasa?, ¿estáis locos?- Dice. 
Levanto la barbilla. Campeona. Y me abrazo a Ruber. Volvemos al campamento. Me cura la nariz y las magulladuras y antes de permitirle un interrogatorio lo beso. 
Cálidamente. Nos escondemos en el saco. Ruber no se aparta. Se acerca más a mí. Y yo a él. Coloca sus manos en mi espalda. Por debajo de la camiseta y la recorre con sus dedos hacia arriba. Yo paso mi pierna derecha por las suyas y le acaricio el pelo. Nuestras respiraciones se vuelven entre cortadas. Suspiros. Pero ambos paramos. No podemos. No hay más palabras entre nosotros. Me acurruco en su pecho, donde encajo perfectamente y me duermo. Con su respiración como canción de cuna. Por una vez, duermo feliz, dentro de lo que cabe. Tranquila. Y victoriosa. Ahora, más que nunca sé que debo… que Ruber debe ganar. 
Por el distrito. Por su familia. Por la mía. Por su hermano. Por mí. 

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